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No era Rosa

En la orilla del mar, las olas golpeaban mi cuerpo, el aire no se sentía, el único sonido eran los del latir de mi corazón. Sentía como a cada instante me perdía, como algún día estuve perdida; sus ojos estaban apagados, su brillo se había esfumado, aquella persona que me libero de ese infierno raramente frio, de esa locura desesperante, la que me quito las ataduras, esa persona que abrió mis ojos a un nuevo mundo, la que me enseñó a amar, a sentir, a explorar, a no rendirme, a luchar por lo que creo y por lo que quiero, ya no me miraba, ya no estaba.

Todo estaba oscuro, apagado, horrorizado, me sentía perdida nuevamente, mi vida se había acabado, se había ido junto con su alma. El amor de mi vida ya no estaba.

El tiempo pasaba, seguramente transcurrieron horas pero para mí eran segundos.

Tenía que regresar al mundo real, tenía una misión que cumplir, tenía que cumplir la promesa que le había hecho, ese sería la única razón por la que mi cuerpo vagaría en este mundo pero mi alma y mi ser se había apagado.

Los rayos del sol iluminaron mi rostro, esa luz que ya no sentía desde que Alfredo murió, volvió a aparecer y en ella el rostro de Diana se encontraba presente, su mirada dulce, cautivadora, arrebatadora, sensacional, se clavaron en mis ojos y con una sonrisa angelical en su rostro desapareció con la misma velocidad con la que había aparecido recordándome que jamás estaría sola.

Pero era inevitable sentir el dolor, una estaca de hierro al rojo vivo estaba clavada en mi pecho. Diana no estaba, jamás volvería a sentir su mirada y su sonrisa, solo en mis recuerdos.

Apreté su cuerpo junto al mío, me aferre a ella, la sostuve así por un largo tiempo.

-YA ES HORA

Aquella voz estremeció mi cuerpo y lo hizo reaccionar, era su voz, era ella diciéndome que tenía que seguir, guardar y perdonar a mi padre que injustamente y guiado por el odio y rencor le arrebató la vida. Diana estaba muerta, el amor de mi vida, la persona que ame, amo y amare, pero siempre permanecería junto a mí, porque aunque ya no estaba viva, yo sé que siempre, siempre, su corazón ser y alma estarán conmigo así como yo estaba con ella.

TE AMO- le susurré.

Volví a ver el amanecer como hace dos años, esos dos años en los que estuve lejos de mis tierras, un amanecer más presente en mi vida, me encontraba en el mismo sitio donde Alfredo y yo nos sentábamos cada semana para ver ese espectáculo natural, solo que ahora estaba con el cuerpo fallecido de Diana, y con una historia que contar, esa historia increíble y maravillosa junto al personaje principal, Diana, el único y más grande amor que he tenido.

Tras aquellos árboles en los que se encontraba mi antiguo hogar, el sonido andante y desesperante de los caballos se hicieron escuchar y con ello la voz de mi príncipe azul se hacía presente.


Lo que mi madre nuca supo de lo que siempre me contó cuando era una niña sobre el príncipe azul en los cuentos de hadas, era que en mi vida no existiría el color azul y es que en mi historia de princesa el amor no conoció príncipe, y eso provocó la muerte de mi amor, mi princesa.


Richie

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